Entre las actividades de las hermanas, el bordado y el encaje ocupan un lugar importante. Aunque algunas de las obras realizadas son decorativas, la mayoría están destinadas al culto divino. "Nada es demasiado hermoso para el Buen Dios", dijo el santo Cura de Ars. Las obras están confeccionadas con telas preciosas, seda, hilo de plata y oro... ¡y sobre todo mucho tiempo y paciencia !

« Después de la arquitectura que erige los templos, quizá no haya arte que contribuya más al esplendor del culto divino que el bordado religioso, cuya misión es adornar los altares y enriquecer los ornamentos de los ministros del santuario. Sabemos que, en todos los siglos de la Iglesia las princesas más ilustres han disfrutado cultivándolo, como si su fe no hubiera podido soportar que hubiera más riqueza y gusto en sus propios adornos, que en la vestimenta de los representantes de la Iglesia en los momentos solemnes donde se forma alrededor del altar la corte celestial del Rey de reyes ». Álbum de bordados religiosos de A. Martin

El bordado es un arte decorativo que consiste en añadir a un tejido un dibujo plano o en relieve hecho con hilos simples, incorporando a veces materiales como lentejuelas, perlas o incluso piedras preciosas.

El encaje es un tejido sin trama ni urdimbre, generalmente de hilo de seda o lino, hecho a mano con puntadas no necesariamente iguales, que forman diferentes motivos.

La filigrana de papel es una técnica que se remonta al siglo XVII y es destinada principalmente a la ornamentación de relicarios. Consiste en la formación de arabescos mediante bandas de papel doradas o coloreadas en los bordes, enrolladas alrededor de una reliquia, quedando ésta a su vez recogida en un estuche.

La técnica de filigrana se desarrolló principalmente en el arte religioso de la Edad Media, con el objetivo de imitar a la artesanía del hierro, la orfebrería, los encajes y los bordados. A través de la utilización de finas tiras de papel coloreado o dorado, enrollado, rizado y plisado, la filigrana de papel es una imitación de las decoraciones de filigrana de oro y plata, que los conventos y parroquias no podían permitirse. Esta técnica comenzó a llevarse a cabo por las carmelitas, ursulinas y visitandinas, sobre todo en las pinturas de relicarios, aunque también en figuras o imágenes religiosas, con el objetivo de honrar y ensalzar a los santos envolviendo sus reliquias.

Este arte, desarrollado en el siglo XVII, ha sido retomado por las hermanas adoratrices; siendo una de las formas materiales, entre otras muchas, de responder a su vocación de saber tener presente la adoración de Dios en su entorno.